Sobre el blanco
huele a podrido, a sangre
coagulada, cadáver profanado.
Se me acaba
la tinta, la hija, el pucho.
Venita azul reventada.
Repto a la pantalla y repito,
ahora toco –espacio- con los dedos
y paro el vómito: “Las palabras podridas, coaguladas,
profanadas”.
Yo
odio la carne.
Corto un
poquito.
Aprieto y segrega
mi piel algo feo.
miércoles, septiembre 28, 2005
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