jueves, septiembre 01, 2005

Hogar

La niña del espejo me sangra.
La niña del espejo me tienta y desangra
– rezongona–
el polen que se robó de las estampitas
de colores de la abuela
que está en el cielo. Vuela de nube
en nube la abuela y entrena
seguido con mancuernas de cristal.
Pendeja la odia.
Come ravioles de
verdura que aquella
le hace y deja
en el freezer antes de
salir a naufragar con las alas
nuevitas, y no le dice que
están ricos. ¡Sin vergüenza
Des agradecida
Des fachatada!
Portarse así
con la nona! Ella que le reza
a la virgencita
para que se te haga, ¡lo que sea
pero que se te haga! ¡Qué
joder!
Allá va la hija de
puta con el polvito entre las patas
a molestarla
cuando está descansando. Le gusta
amarillearle las plumas
blancas.
Le da trabajo
a la vieja, la muy
zorra. Doradita
queda el agua si aterriza
a lavarse. Un pez deglute
la estela
de la nieta que dejó
cuando pasó.

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